9 de agosto de 2006
Soneto LXXIX. Pablo Neruda
De noche, amada, amarra tu corazýn al mýo y que ellos en el sueýo derroten las tinieblas como un doble tambor combatiendo en el bosque contra el espeso muro de las hojas mojadas. Nocturna travesýa, brasa negra del sueýo interceptando el hilo de las uvas terrestres con la puntualidad de un tren descabellado que sombra y piedras frýas sin cesar arrastrara. Por eso, amor, amýrrame el movimiento puro, a la tenacidad que en tu pecho golpea con las alas de un cisne sumergido, para que a las preguntas estrelladas del cielo responda nuestro sueýo con una sola llave, con una sola puerta cerrada por la sombra.
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